Comienza la temida etapa de los 2 años
donde el niño quiere reafirmar su independencia. ¡No parará en todo el
día! El niño experimentará grandes cambios intelectuales, emocionales y
sociales que lo ayudarán a explorar y entender su nuevo mundo. ¿Quieres conocer estos avances?
Desarrollo sensorial, cognitivo y motor.
En este período el
niño irá aprendiendo a utilizar adecuadamente sus sentidos, que le
acompañarán en todas sus aventuras, a la hora de explorar el mundo que le rodea.
Así, le permitirá asimilar y entender la información que capte por sus
sentidos, como diferenciar temperaturas, saber si hace frío o calor.
Percibirá nuevas dimensiones como el afecto o el amor.
En el transcurso de
este año va construyendo su pensamiento mediante sus acciones e
interacciones; realiza imágenes mentales con toda esa información y va
avanzando en la expresión oral para contarnos sus experiencias.
Su desarrollo
cognoscitivo no es lineal, sabe que tiene que acabar una etapa para
pasar a otra y empieza a ser consciente de que las personas y las cosas
no desaparecen; comienza a generar ideas sobre ellos y asociarlas entre
sí. Será muy curioso, siempre preguntando el porqué de las cosas. Empieza a jugar con la imaginación. Clasifica los objetos por su color y sus formas.
En esta edad el niño
tiene mayores destrezas físicas en general, ya se para en pie
momentáneamente y camina solo. Consigue mayor capacidad de respuesta en
sus movimientos: camina hacia atrás, corre con facilidad, agarra pelotas
con los brazos tiesos, sube escalones
de tres en tres sin ayuda, salta enérgicamente con los pies juntos, se
agacha, se alimenta por sí solo… Muestra mucho interés por jugar a
juegos de movimientos que a su vez van entrañando alguna clase de
peligro, como montar en triciclo usando los pedales con gran destreza.
Se ven tantos cambios
en el niño en estos meses porque el cerebro crece más rápidamente
durante los primeros tres años de vida. Cada niño es único y diferente,
cada uno aprende a su ritmo; unos más rápido que otros. Muchos tienen problemas ante
los cambios repentinos y hay que tratar de darle tiempo para adaptarse a
las nuevas personas y lugares. Hablar con él todo el tiempo, incluso
antes de que el niño comience a hablar, ayudará en su aprendizaje.
Una buena idea es
animar al niño cuando trate de aprender algo, emocionarse cuando esté
intentando realizar acciones por sí solo; le hará sentirse bien y le
estimulará para continuar aprendiendo mientras juega y se entretiene.
Adquisición del lenguaje
Alrededor de los tres años su lenguaje oral le
permite entenderse con los demás con bastante celeridad. Desde que
aprende a hablar, lo hará a todas horas, continuamente aunque nadie lo
escuche. Pronto requerirá la atención de los demás cuando hable,
especialmente la de sus padres; además se enfadará si no le entiendes,
ya que él sí entiende bastante bien lo que le dicen.
Es un período muy sensible para la comunicación verbal,
el niño incorpora las palabras que va aprendiendo a sus juegos: el
mismo juego se convierte en palabras. Se limita a escuchar e imitar para
enriquecer su vocabulario. Responde pequeñas preguntas, pone nombres a
los miembros de la familia como “Tata”. Le gusta jugar con el teléfono e
inventar una conversación con alguien que se supone que está al otro
lado del hilo telefónico.
Cada mes incorpora de 6
a 10 palabras a su vocabulario, utiliza mucho alguans como: “dame”,
“esa”, “así”, “no”. Dice su nombre si se lo piden.
El mejor modo para fomentar su comunicación verbal es escuchar con cariño sus preguntas y responderlas con respuestas claras
y adecuadas a su capacidad de comprensión, para que así desarrolle su
inteligencia. En esta etapa el desarrollo del lenguaje y el cognoscitivo
están muy ligados.
Modos de Interactuar
El niño necesita
ampliar su mundo social, aparte de relacionarse con sus padres o
hermanos; necesita el contacto con otros niños. Con niños de su
guardería, del parque, sus vecinitos; con ellos comienza a relacionarse,
a ser seres sociales que comparten y respetan las normas de los juegos.
A estas edades el niño puede mostrarse terco, recurre a las pataletas y las rabietas para
conseguir lo que quiere; la paciencia es el mejor aliado. Quiere
sentirse independiente y piensa que él debe ser quien mande, quien tome
las decisiones (algunas de ellas). Por ello es bueno que se le
proporcione cierto espacio y margen para que tome alguna decisión que
otra, dentro de las normas y límites de los padres.
Las normas
le orientarán en sus acciones, le darán seguridad y la oportunidad de
ir desarrollando poco a poco los criterios de valor; lo que está bien y
lo que está mal. Este período requiere una actitud muy cariñosa pero
firme.
El juego proporciona
al niño la capacidad de tomar sus propias decisiones, como los de
planificación y construcción donde además de desarrollar su creatividad,
experimenta la sensación de dominio.
Inapetencia hacia los alimentos
En este período pueden surgir ciertas dificultades a la hora de las comidas;
es muy importante que el niño vea en su entorno que se lleva una
alimentación saludable y equilibrada, además es fundamental que el
pequeño no perciba que algún miembro de la familia rechaza un tipo
determinado de alimento -como la verdura- ya que provocará en el niño
conductas caprichosas y puede hacerle rechazar él también ese mismo
alimento.
Por otro lado, también
hay que tener en cuenta las influencias externas que pueden derivar en
una mala alimentación para el niño. Los amigos, vecinos, familiares…
pueden darle, sin mala intención, “chuches”, helados o dulces
industriales, que le apartan de los alimentos recomendados en su dieta.
También supone un cambio los comedores de la guardería
o escuela infantil (para aquellos que se quedan a comer) que
constituyen una parte importante de su dieta diaria, durante cinco días,
muchas semanas al año. Así, en las comidas en familia debe comer sano.
La inapetencia infantil es
una de las mayores preocupaciones de los padres; no es sinónimo de
enfermedad y desaparece pronto. Si rechazan comer es normal, tienen el
apetito adecuado a su edad y a su crecimiento. Durante estas edades el
niño gana 2 o 3 kilos al año, este ritmo de crecimiento es sólo el 20%
del que tienen en su primer año de vida; como consecuencia tiene menos
apetito y requerimientos nutritivos.
Además, el niño está
más interesado por conocer mundo que por alimentarse. Forzándole a comer
sólo conseguiremos que las comidas sea un acto incómodo y poco
placentero.
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